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—  Libro que narra la aventura del bisabuelo de Noé, Enoch —de ahí el título—, de su viaje a los cielos. Su meta con ese viaje era poder pedir clemencia hacia Dios, respecto a los ángeles caídos y demonios. Por razones supremas, las pocas copias que hay en la Tierra, están en el Vaticano; mientras que, las verdaderas, las originales, están bajo llave, en la custodia de los Arcángeles y ángeles morti, altos cargos del cielo.

En cuentos y rumores llegados a los ángeles caídos, el Libro de Enoch tiene un capítulo donde éste habla sobre conversiones de ángeles a humanos. Según el libro, el único modo que tiene un ángel de sentir físicamente, es convirtiéndose en humano. Para ésto, debe sacrificar a su vasallo del Jeshvan. Pero, al ser éstos ultimos inmortales, el único modo de matarles es asesinar a la descendiente mujer de éste y recibir el sacrificio como una ofrenda. El problema radica en que, por alguna razón, la descendiente mujer del Nephilim, debe entregar su vida, a voluntad propia.

Algunos ángeles caídos, creen en la existencia de éste intercambio; pero aún ninguno lo ha logrado hacer, puesto que las generaciones Nephilims, son bastante extensas y es casi imposible seguir sus pasos de sangre a través del tiempo.

Conmemora la creación de todo lo conocido, lo absoluto, en el tiempo de un mes.

Justamente, este mes es aprovechado por los ángeles caídos. Poseen el cuerpo de un humano o un Nephilim para poder sentir físicamente, aunque los caídos prefieren poseer cuerpos más fuertes como los de los Nephilims, pues los humanos son demasiado débiles como para contener dos almas en un solo cuerpo.

Técnicamente, la clave de una posesión es encontrar un vasallo, que suele ser un Nephilim, con el que hacer un pacto en el que el vasallo promete lealtad para siempre. Normalmente, son obligados a hacerlo. Es entonces cuando es posible para el caído poseer su cuerpo por únicamente dos semanas del Jeshvan, una vez al año. El caído busca la forma de sentir físicamente, como humano: dolor, placer. Ambas almas permanecen activas en el cuerpo, y el vasallo sentirá todo lo que su ‘amo’ haga con su cuerpo, sintiendo así que su cuerpo se vuelve una cárcel.

El Nephilim usualmente teme a su propietario.

Sustancia infernal de color azul eléctrico. Aunque tiene muchas utilidades, son pocos los que la usan. Su aspecto incita a beberla, refrescante y deliciosa, aunque su sabor tienda a parecer una especie de licor muy fuerte. Armas impregnadas con esa sustancia producen daños irreparables. Sacada directamente del río del Infierno y prohibida en la Tierra por esa misma razón. Obra de los Arcángeles su prohibición. Sin embargo, algunos Nephilim han conseguido filtrarla y traficar con ella, claro que en pocas cantidades. Normalmente son utilizadas para fortalecer armas, y se ocultan de los altos cargos celestiales. Aún no sospechan nada de su tráfico.

Esta bebida produce aumento súbito de los poderes de un Nephilim, y debe ser ingerida para tal propósito. Generalmente la bebida trae efectos secundarios como lo son el ego, la dependencia y la muerte si es ingerida con ansiedad y en gran cantidad en una sola dosis. Sin embargo, si la bebida fortalece un arma, y un Nephilim es herido con ella, es posible que con esa simple herida muera, pues no cicatrizan debido al devilcraft.

En los ángeles caídos los efectos son súmamente peligrosos. Parecido a una droga para ellos. Se adormecen y es posible matarles. Todo esto, tan solo con la ingestión.  

Cuando un ángel se convierte en caído y es despojado de sus alas, éstas se pierden, menos una única y solitaria pluma. Ésa pluma, despojada de las alas del caído, es guardada por los arcángeles, llevando así el registro de todos los caídos.

Si esa pluma llega a destruirse, el caído será condenado al infierno, sin posibilidad de salir de él o de volver a los cielos. Únicamente podrá salir si abren la puerta para tal acto.